Metodología en la enseñanza
de lenguas extranjeras
Durante las
últimas sesiones de esta asignatura
el alumnado llevó
a cabo diversas presentaciones sobre temas propuestos por ambos docentes, Gonzalo
Constenla Bergueiro y Carla Bouzada Jabois. Para este comentario he escogido
centrarme en aquellas presentaciones relacionadas con algunos de los métodos de
enseñanza que se pueden aplicar pare el aprendizaje de las lenguas extranjeras.
Cuando el
profesorado se enfrenta a la decisión de cómo es posible optimizar el proceso de
enseñanza-aprendizaje en el aula, la metodología es, en mi opinión, la herramienta
más útil en su poder para lograr el éxito deseado y que así el alumnado logre
alcanzar aquellos objetivos y competencias marcadas en la programación didáctica.
Los métodos que pasaré a comentar a continuación pueden convivir y ser
utilizados en las circunstancias que mejor lo requiera. De este modo, la combinación
adecuada de diferentes enfoques metodológicos enriquece el proceso educativo y
puede resultar una estrategia beneficiosa, siempre y cuando se aplique de
manera coherente y como soporte a un plan educativo bien estructurado y organizado,
que huya del uso automático y desmotivado de ciertas modas didácticas y pedagógicas
en las que el profesorado parece caer de vez en cuando.
El método más
antiguo fue el presentado por Lucía Portabales, y es el denominado gramática-traducción, o también tradicional.
Utilizado de manera casi exclusiva durante más de dos siglos, se centra primordialmente
en la escritura, memorización y repetición de estructuras gramaticales y vocabulario.
Se caracteriza por su falta de conexión con el entorno real de la lengua meta, lo
cual lo convierte en una estrategia didáctica insuficiente y probablemente
ineficiente, si es utilizado como el único método de enseñanza propuesto a un
alumnado que hoy en día requiere altas dosis de motivación y estimulación casi
imposibles de fomentar a través de monótonas repeticiones y el desarrollo de
ejercicios descontextualizados que no refleja aspectos de la vida real. La fijación
exclusiva de este método en la adquisición de la competencia lingüística ignora
la verdadera finalidad que impulsa el aprendizaje de las lenguas: el lograr
comunicarnos de manera adecuada y efectiva en contextos reales y prácticos, que
como sabemos requiere que los discentes sean algo más que expertos en gramática
y léxico. Es precisamente este aspecto funcional de la lengua el que vertebra el
método comunicativo, o directo, comentado por Carla Portela, en el que prima la oralidad y que otorga al alumnado un papel activo y participativo en su
aprendizaje, involucrado en la búsqueda de soluciones a problemas de comunicación
reales y contextualizados. El papel del profesorado, aunque de gran importancia,
se aleja de la clase magistral que era habitual hasta entonces, para pasar a realizar
la función de orientador y coordinador.
El método expuesto por Noemí Soto fue el Aprendizaje Basado en
Proyectos, o ABP. Esta es, junto con
la anterior, una de las metodologías de aprendizaje más populares actualmente en
las aulas. Cuentan además con muchos aspectos en común, como por ejemplo el
alto grado de participación del alumnado, su fuerte vínculo con las situaciones
de la vida real, el desarrollo de la cooperación activa en grupos y el papel de
guía que asume el profesorado en su puesta en marcha. Esta metodología plantea
el conocimiento como un proceso de investigación en el que el docente plantea
una situación de aprendizaje, a partir de la cual el alumnado indaga y gestiona
sus recursos en la búsqueda de soluciones adecuadas. De esta manera se logra un
aprendizaje significativo basado en situaciones y problemas reales, que
requiere la puesta en práctica de varias competencias clave de manera simultánea.
Por último, Raquel Martínez introdujo
el método silencioso, popular a
principios de la década de los setenta y del cual yo desconocía su existencia.
Lo que más me impactó de esta técnica es precisamente que la enseñanza de una
lengua requiera el silencio del profesorado, ya que este debe intentar hablar
lo menos posible para así facilitar el aprendizaje del alumnado. Con gran
escepticismo escuché las explicaciones que ofrecía Raquel a lo largo de su presentación,
y a pesar de su gran trabajo al exponer este inusual método, tuve dificultad en
imaginar cómo es posible corregir fallos de pronunciación si no es,
precisamente, haciendo uso del habla. Como ya sucedía en el método comunicativo
y el ABP, el protagonismo recae en el alumnado, pero este debe ahora trabajar
individualmente, haciendo uso de material específico, como tablas y regletas de
colores, para lograr a través del descubrimiento alcanzar los objetivos que se
le plantean y resolver aquellos problemas con los que se encuentre. El
profesorado participará lo menos posible y, cuando sea posible, utilizará
gestos para corregir los fallos que surjan.
En
conclusión, son muchos los factores que debemos tener en cuenta a la hora de
decantarnos por una u otra metodología para la enseñanza de lenguas, o de
cualquier otra materia. Esto no es siempre tan fácil como hacer un uso
reiterado y monótono del mismo método sin dar opción a experimentar con otras alternativas
disponibles, sea bien por desconocimiento de los mismos, por pereza o aprensión.
En realidad, sería conveniente que considerásemos y aplicásemos aquella técnica
didáctica que creamos más adecuada para cada objetivo propuesto, sin despreciar
ni favorecer en exceso ninguna de las opciones a nuestra disposición. Así por ejemplo,
aunque los métodos gramática-traducción y silencioso puedan parecer a primera
vista anticuados y contrarios a una educación activa y participativa como la
que se propugna hoy en día en las aulas, lo cierto es que su puesta en práctica
de manera puntual puede ser beneficiosa si los enfocamos adecuadamente hacia aquellos
aspectos del proceso enseñanza—aprendizaje que requieran sus características,
como por ejemplo la memorización de vocabulario y estructuras gramaticales, o la capacidad de resolver problemas
individualmente.
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