viernes, 6 de diciembre de 2019

Comentario Tema 1

El tema 1 “La enseñanza de lenguas en el presente modelo educativo, nacional y autonómico” nos sirvió para hacer una revisión de la enseñanza de las lenguas extranjeras en España ha evolucionado desde principios del siglo XX hasta el presente. El siguiente comentario se encuentra encuadrado dentro de dicho tema, y en él me gustaría hacer referencia a dos aspectos que a lo largo de este proceso, a mi parecer, presentan ciertos paralelismos: el irregular y lento crecimiento de la importancia de las lenguas extranjeras en nuestro sistema educativo y el acceso de la mujer al mismo.




Este repaso se inicia en 1900 con la Reforma del plan de estudios de la segunda enseñanza, también conocida como bachillerato, en la que se establece la urgente necesidad de fomentar el estudio de las lenguas vivas para lograr salir del ostracismo político y cultural en que se veía anclado el país. En su prólogo se establece además como objetivos principales de este estudio la lectura, la traducción y la redacción corrientes, así como el uso progresivo y constante de la lengua meta objeto de estudio, con el fin alcanzar dichos objetivos. Este enfoque práctico representa una novedad en un panorama hasta entonces reacio a prestar atención unas lenguas cuyo estudio era considerado abiertamente inferior a las lenguas clásicas. La educación en las tres primeras décadas del siglo pasado se convirtió en un ir y venir de propuestas legislativas más o menos exitosas, que no llegarían a prosperar debidamente y que finalmente se verían paralizadas y anuladas en 1936 con el estallido de la Guerra Civil española. Hasta ese momento, y gracias al impulso proporcionado por la ideología de la República, la  enseñanza de las lenguas vivas se encontraba casi integrada dentro de las corrientes pedagógicas más modernas internacionalmente, y cuyos objetivos eran de carácter práctico, cultural, formativo, con los que se pretendía fomentar la comprensión entre los pueblos. A partir de la derrota republicana en la guerra, cualquier avance conseguido fue aplastado por el franquismo que implantó su retrógrada visión sobre la función social de la educación.

Otro aspecto en el que nuestro sistema educativo se vio particularmente afectado a principios del siglo pasado fue el acceso de las mujeres al sistema educativo de segunda enseñanza. Al comienzo de este período, la posibilidad de cursar estudios de bachillerato era doblemente elitista en cuanto a la clase social y al género ya que se ofrecía tan solo a un reducido número de hombres de la clase social acomodada y del medio urbano. Las mujeres que quisiesen optar a cursarlo, según una Real orden de 11 de junio de 1888, debían hacerlo de manera no oficial, es decir, en casa o de forma privada, o también podían pedir que su petición fuese consultada con la Superioridad, hasta que en 1910 se alcanzó un gran logro al ser por fin admitida su matrícula oficial. Poco a poco, la mujer iba ganando terreno en el ansiado ámbito educativo. Sin embargo, una vez más, la guerra civil y la dictadura de Franco trastocaron los avances alcanzados hacia la igualdad en el terreno de la educación, relegando a las mujeres al entorno doméstico en el que debía desempeñar sus principales funciones de esposa y madre.

El período de la dictadura franquista se caracterizó en sus primeros años por un control férreo del contacto que la ciudadanía tenía con el extranjero, lo cual, en mi opinión, coincide con el poco empeño con el que se abordaba la educación en lenguas extranjeras y el gran retroceso de la mujer en cuanto a sus opciones educativas. Esta actitud controladora e intervencionista del régimen franquista truncó durante este período cualquier posibilidad de progreso para España. No fue hasta finales de la década de los cincuenta cuando la situación sufrió una leve mejoría ya que la enseñanza deja de considerarse como un gasto incómodo para concebirse desde una perspectiva de inversión. Paralelo a esto, se produjo una cierta apertura de las fronteras que sentó las bases a un creciente florecimiento del turismo y del comercio internacional que, en consecuencia, aumentó la demanda de  personal con conocimientos en lenguas extranjeras, especialmente inglés, para llevar a cabo sus negocios. Es gracias a esta mejora en las relaciones de España con otros países que la mujer se incorpora tímidamente al espacio laboral en posiciones, generalmente, de secretaria, para lo cual necesitaba una formación profesional que incluyese el dominio de alguna lengua extranjera, destacando el inglés, que comenzaba a afianzar su posición como lengua franca en el mundo comercial. De nuevo se puede apreciar una evolución conjunto de la necesidad de educar al alumnado, incluyendo poco a poco a las mujeres, en lenguas extranjeras.

Llegado el año 1970 es cuando se comienza realmente a integrar en la educación a la mujer en niveles de igualdad gracias a la Ley General de Educación, que establece el carácter obligatorio de la educación sin distinción de género e incluye además en el currículo la materia de lengua extranjera, con el inglés en primera posición. Como ya sabemos, desde entonces los niveles de educación en lo que respecta a las mujeres han mejorado notablemente, llegando estas a ser mayoría en las aulas. De manera paralela, el interés por mejorar nuestro conocimiento de idiomas a través del sistema educativo ha aumentado sensiblemente. Sin embargo, en realidad, seguimos sin obtener los resultados esperados. Por un lado, nunca antes las mujeres habían accedido de manera tan amplia y mayoritaria, sin diferencia de clases sociales, a una educación universitaria o de formación profesional, aun así sabemos que en la práctica siguen sin tener acceso a las mismas oportunidades de promoción o desueldo que los hombres, exclusivamente por su condición de mujer. Así mismo, a pesar de que las últimas leyes educativas han hecho hincapié en que el alumnado acabe la educación obligatoria con el dominio de, al menos, una lengua extranjera, todos sabemos que nuestros jóvenes se desenvuelven al finalizar sus estudios con una fluidez realmente deficiente, cuando no inexistente.



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