Durante el desarrollo del Tema 3 “La
enseñanza-aprendizaje y certificación de lenguas extranjeras por las
instituciones internacionales” realizamos una actividad grupal de rompecabezas,
en la que cada uno de los cinco grupos debía primero reunir información sobre
distintos aspectos relacionados con una de las instituciones propuestas por la
docente (ALTE, CERCLES,
ACLES, EAQUALS y ETS), y luego exponer los datos recabados ante miembros
de otros grupos. En el transcurso de esta tarea quedó patente que casi todo el
alumnado ignoraba la existencia de la mayoría de las instituciones objeto de
investigación, cuando no de todas. En este comentario me gustaría reflexionar
sobre la naturaleza y la utilidad de estas organizaciones, así como sobre la necesidad creciente de obtener una de las certificaciones que ofrecen.
La aparición de la mayoría de estas instituciones se produjo en las últimas
décadas del siglo XX y se vio motivada por principios que, de manera general,
coinciden con los que también encontramos en el MCER. Entre ellos destaca la
búsqueda de una cooperación entre instituciones educativas a nivel
internacional, gracias a la cual estas reciban apoyo de manera cohesionada e
igualitaria, en busca de objetivos comunes. Otro motivo es el de fomentar un
sistema de evaluación que sea neutral y conciso, en el que la comunidad educativa
pueda encontrar soporte.
Según un estudio realizado por Adecco en 2016, un tercio de las ofertas laborales solicitan el dominio
de un segundo idioma, siendo el inglés el más demandado. Así pues, parece claro
que la utilidad de las certificaciones en lenguas extranjeras radica,
principalmente, en mejorar nuestras posibilidades a optar a un puesto de
trabajo. Esto estaría en consonancia con los objetivos propuestos por el MCER,
en el cual se resalta la importancia de alcanzar el plurilingüismo como
herramienta de unificación y entendimiento en toda Europa. Aunque en principio
es obvio que para ciertos puestos de trabajo es de obligada necesidad
certificar nuestro nivel lingüístico, me pregunto si realmente es
imprescindible para tantos tipos de trabajo como parecen demandarlo hoy en día,
o simplemente se trata de un filtro al que recurrir para descartar a posibles demandantes
de empleo. Pero dejadme que me explique, ¿cómo es posible que se dé más valor a
la certificación en la lengua inglesa que tiene un candidato al mismo puesto en
Madrid que en Dublín? Raro, ¿no? En mi experiencia, esto no es una exageración.
Durante mi etapa en Irlanda, cuando optaba a cualquier puesto de trabajo, jamás
necesité mostrar certificado de inglés alguno, una simple entrevista dejaba
claro cuál era mi competencia comunicativa. Sin embargo, en España sí que me lo
han solicitado, a pesar de mi amplia trayectoria laboral y académica en un país
de habla inglesa. Sin embargo, y a pesar de reconocer la necesidad de mejorar
nuestra competencia lingüística para lograr la ansiada movilidad geográfica,
laboral y social, no puedo dejar de sorprenderme ante la gran cantidad de instituciones que han aflorado en los
últimos años y cuya función es básicamente la misma. Aún más sorprendente, y
ciertamente sospechoso, me parece el hecho de que algunas de estas certificaciones
tengan fecha de caducidad, como es el caso de IELTS y TOEFL, ambos
válidos por dos años. ¿Cómo se justifica que una vez alcanzado cierto nivel de competencia
en un idioma sea necesario volver a certificarlo en un espacio de tiempo tan
corto? ¿Responde esto a un puro afán lucrativo o realmente nuestras
competencias lingüísticas son tan efímeras? En general, se tiende a justificar la validez temporal de estos
certificados en la posibilidad de que, al no ser utilizado, el idioma se acabe
atrofiando y el hablante pierda fluidez al emplearlo. Realmente no logro
entender la lógica detrás de esta teoría ya que, si bien es cierto que los
idiomas han de ser puestos en práctica para su mejor dominio y conservación,
esto está muy lejos de demostrar que en el corto período de tan solo dos años
un usuario pierda una competencia lingüística ya certificada.
Mi única experiencia en el
terreno de las certificaciones de idiomas es con el Centro Universitario de
Idiomas a Distancia (CUID), a través
de cual obtuve el nivel de inglés C1. La verdad es que esta experiencia
educativa fue un poco decepcionante, en el sentido de que la mayoría de las actividades
programadas no se correspondían, en mi opinión, con el nivel impartido. Aun
así, el método semipresencial utilizado es de gran utilidad para aquellos que
no disponen de tiempo para ir a todas las sesiones programadas. Como todos los
estudios a distancia, este método educativo requiere un gran compromiso y
autonomía por parte del alumnado, por eso no resulta apropiado para todo el
mundo. Una de las grandes desventajas que presenta obtener este certificado a
través del CUID es que, al tratarse de
títulos
propios de la Universidad Española a Distancia (UNED), en términos de homologación solo tienen
reconocimiento dentro de estudios reglados de la misma universidad. Ya que
realicé el Grado en Estudios Ingleses precisamente en esa universidad,
finalmente obtuve alguna ventaja, ya que gracias a mi C1 pude convalidar seis
asignaturas de la carrera.
En resumen, la idea original
que impulsó la aparición de estos organismos me parece, en teoría, práctica,
loable e inspiradora, y quizás su funcionamiento y su motivación lo siga siendo.
Pero cuando una se da cuenta de los altos precios de los exámenes, del hecho de
que la mayoría de las certificaciones tienen una fecha de caducidad irrazonable
y de que son utilizadas en el mundo laboral como filtro discriminatorio, una no
puede más que preguntarse ¿friend or foe?
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